miércoles, 26 de enero de 2011

LA LLEGADA DE UN ARCHIENEMIGO, I

¡Saludos de nuevo again, feliz año nuevo y todas esas cosas (aunque me alegra que cada vez más gente deje de lado estos años y se pasen a la celebración del Año Nuevo Persa, el 21 de marzo)! Y disculpad por hacer eones que escribo, estoy ahora mismo bastante ocupado tejiendo los uniformes de un nuevo cuerpo de Húsares


     Quiero informaros de una nueva noticia agridulce. Hoy, mientras me dirigía a practicar mi deporte preferido actualmente (las clases universitarias), ¡He encontrado de nuevo a mi antigua némesis, anunciada en el periódico! que estado persiguiendo tras haber intentado acabar con mis aventuras varias veces. El tipo en cuestión es nada menos que… ¡EL (MALVADO) PROFESOR KARAMBA! Resulta que este mi archienemigo se ha estado anunciando por numerosos canales de información como jefe de un gabinete de videncia, pero no había reparado hasta hoy en ese anuncio. Lo que quiero con esta entrada es hacer un breve relato sobre mi primer encuentro con este personaje.

     Corría ese momento concreto y exacto del tiempo que va desde hace un segundo hasta el Big Bang. Habéis acertado, me refiero a lo que los políticos y los vuestros abuelos llaman con el nombre de “pasado”, ese momento glorioso en el que había países en cuya bandera figuraba un elefante… en fin. Por es época que acabo de decir, me encontraba explorando la costa de África, con una doble misión en la cabeza. Por un lado, Su Real Alteza Real el rey de Prusia me había encomendado la misión de explorar las posiciones portuguesas a lo largo de la costa de África suroccidental, para su posterior sabotaje. Mi otra misión era buscar mi afirmación como hechicero vudú novel. Hablar de esta misión con detalle requeriría una entrada completa, así que baste decir que  poco antes me había perdido en un sitio del que todavía hoy no consigo recordar con certeza donde fue, baste decir que contacté con ciertos hechiceros de vudú, ciencia que actualmente domino con habilidad media-baja. Estos hechiceros me habían dado algunas clases muy básicas, pero me habían dicho que no llegaría a ser hechicero de pleno derecho hasta que no diera una prueba de merecerlo (“¿cómo puedo conseguir esa prueba?” “cuando llegue el momento, lo sabrás”).

     En fin, después de algunas jornadas de viaje tras la salida de de Berlín, nos dimos cuenta de que el barco no tenía velas, por lo que tuvimos que volver a la base (El ejército de tierra prusiano era en aquella época  el mejor del mundo, exactamente lo contrario que su marina). Cuando salimos de la base, pasaron algunos días… antes de que nos diéramos cuenta de que Berlín no tiene salida al mar, por lo que instantáneamente atamos el barco a un carro de bueyes y lo arrastramos al puerto de Statsograd, pero por aquella época las fronteras entre países estaban cambiando constantemente y aquella semana la ciudad era polaca, así que tuvimos que entrar en guerra contra los polacos, que vencimos en algo más de media hora, por lo que los altos mandos militares encargados de planear la misión, muy enfadados por haber ganado en tantísimo tiempo, ejecutaron sumarísimamente a los altos  mandos militares encargados de planear la misión Una vez tomada Statsograd, pudimos salir de ella justo antes de que fuera conquistada por Andorra (los motivos de la derrota prusiana a manos del ejército de Andorra nunca fueron aclarados), siguiendo en manos de este país en la actualidad. Así nos dirigimos directamente hacia las misteriosas costas del continente africano

     El viaje hasta las costas africanas se dio sin incidentes, salvo dos o tres asaltos piratas que pudimos repeler con rapidez, y alguna que otra parada para repostar en distintos poblados indígenas, que nos recibieron con amabilidad variable, y con palos y flechas (algunas hasta de fuego). En fin, con unas pocas pérdidas de población y unos meses de navegación, llegamos a las costas de lo que conocemos hoy como Mozambique, conocido entonces como “Nuevo Alentejo”. Obviamente, no tomamos tierra en ninguno de los entonces hostiles puertos portugueses, sino que echamos el ancla a algunas millas de un puesto comercial irlandés, donde fui bien recibido debido a mis orígenes irlandeses. Allí se celebró en mi honor la típica fiesta irlandesa del “vamos a emborracharnos con cerveza y whisky para celebrar lo que sea, merezca la pena o no”, que en el idioma irlandés de Irlanda es tan impronunciable que los propios irlandeses aprendieron inglés para poder traducirla y no tener que hablarla en el original. Por cierto, dicha fiesta se sigue celebrando actualmente en Irlanda, pero con el nuevo nombre de “todos los días del año”. Tras esa fiesta y su consiguiente resaca, me hice a la selva armado con un mosquete, un par de balas (exactamente dos coma tres, es una corta historia) y un frasco de mi fórmula patentada “ásalos-a-todos” para el desatranque de cañerías, el espantamiento de espantos y matar en general (os la diría, pero me la robaron y ahora es un refresco famoso).

     Llegué así al primero de los fortines portugueses, que no me supuso gran desafío gracias a mi mosquete y mi fórmula, y lo dejé ardiendo en cuestión de segundos. Los siguientes cuatro fueron más de lo mismo, pero en el sexto me encontré un increíble espectáculo. Bueno, en realidad no fue muy espectacular el hecho de que estuviera vacío, pero ya me entendéis. Como tenía sueño y se empezaba a hacer de noche, me quedé a dormir en el fuerte. En plena madrugada empecé a oír ruidos extraños, como de pies arrastrándose, pero nunca me he levantado de la cama en plena noche, y no era aquel momento para cambiar costumbres. A la mañana siguiente Me moví hacia el siguiente fuerte portugués, el cual encontré bullendo de portugueses y demás, pero recordé el incidente en fuerte anterior y me decidí a esperar semienterrado en la arena para ver si ocurría algo fuera de lo normal.  Cuando estaba cavando mi fosa, me encontré con una figura cargada de símbolos rituales vudú, (en ese momento no sabía que me encontraba por primera vez frente a mi archienemigo) la cual no me resultó extraño, en la medida en que cuando estuve perdido en el desierto vi muchas cosas el triple de extrañas. En cuanto le vi, quise hacerle el saludo ritual vudú, pero el individuo me evitó como quien evita a un hechicero principiante y se dedicó a exprimir un par de naranjas, las cuales, una vez exprimidas, se comió. Entonces, se echó a dormir.

     En mi suposición de ese hombre no haría nada increíble (salvo haberse comido dos naranjas), dejé de observarlo y me dispuse a conquistar el fuerte acompañado de mi portentosa fórmula, que comencé a preparar. Una vez la realicé, comencé a verterla en las zonas aledañas al fuerte, para preparar la gigantesca explosión. Cuando ya tenía la cerilla en la mano, me  detuvo un terrible temblor, producido por los miles de cadáveres que en ese momento surgieron de la tierra y emprendieron camino hacia el fuerte. Como en aquel momento yo tenía un desprecio irracional hacia zombies, muertos vivientes y demás horrepugnancias, lo que hice fue utilizar la parte de espantamiento de espantos de mi fórmula para dejar fuera de combate a la mitad, y de la otra mitad me encargué con la bala que me quedaba (aprovechando el momento exacto en el que todos se pusieron en fila para disparar, una táctica mata-ejércitos que aprendí en el Tirol austríaco). Semejante combate puso en guardia a los portugueses, que comenzaron a dispararme pese a haberles salvado la vida. Ya que no pude conseguir que todos los portugueses se pusieran en fila, no tuve más remedio que hacer una retirada táctica, pensando en cómo demonios habían aparecido esos zombies, y qué podía hacer para destruir ese fuerte portugués hasta los cimientos. Con esto debo decir, damas y caballeros, que me despido, pues me acabo de dar cuenta de que, yendo a estas alturas por la mitad de mi narración, si la completo hasta el final, esta entrada se extenderá de más. Gracias por su paciencia, y...
    
 ...como dicen en Rusia: следовать ему!